El efecto del miedo, del terror, del horror, de la ansiedad en todo el cuerpo es en muchas ocasiones estimulante y psicológicamente, podemos sentir satisfacción o incluso esa sensación de triunfo cuando quien lo provoca desaparece. Nuestra respuesta al miedo es increíblemente compleja, pero al mismo tiempo, enfrentarse a lo que se teme se siente a su vez como una victoria y de hecho es bueno enfrenarse a ello.
El circo de los horrores engloba toda esa serie de sensaciones y mucho más desde el minuto uno. Desde el momento en que atraviesas el vomitorio y te das de bruces con el hemiciclo, sientes que has entrado en el infierno. Ya quisiera Alice Cooper recrear con tanto detalle una escenografía llena de todo eso que nos recuerda a los miedos de infancia que han perdurado hasta nuestros días. Su espesa niebla, sus luces móviles ensangrentadas hacen que apenas te sientes, tengas esa sensación de asfixia con risa contenida, pero fruto de ese desasosiego hacia algo tan desconocido como familiar como es el mundo del circo.
La locura empieza mucho antes de empezar, todo se convierte en una jauría de gritos, de movimientos, de personajes que deambulan entre el publico, sin sentido, en principio, de interacciones que descubres al final que no es más que un divertido y aterrador reconocimiento del terreno para lo que va a ser la interacción del demonio más canalla que jamás hayamos visto con su público a lo largo del show.
Con REQUIEM llegamos al final de Suso Silva, creador y maestro de ceremonias a lo largo de estos años del Circo de los Horrores. Un suicidio que comparte con quienes han sido sus fans durante años y con quienes desgraciadamente lo acabamos de descubrir. Y si bien los números circenses convencionales están embadurnados del attrezzo correspondiente a la naturaleza del circo y te alteran cada vez más a medida que avanza el espectáculo, el verdadero miedo se experimenta con las apariciones e interacciones de Suso.
Sus caracterizaciones de Nosferatu, de Lucifer o simplemente de loco deslenguado te hace viajar por toda la historia del mundo del Circo de los horrores sintiendo esa vergüenza ajena graciosa que no querrías para ti. Un temblor cada vez que sabes que va a simplemente monologar en busca de una victima propicia para su momento concreto. Golfo, gamberro, incorrecto, muy incorrecto. Te arrincona, te destroza verbalmente con esa clave de humor que es difícil de conseguir que aceptes pero que tanto eclosiona en forma de sorpresa y carcajadas en el resto de los espectadores. Capaz de hacerte sentir estrella en tesituras que nunca habrías imaginado haber hecho en público. Saltándose todas las reglas establecidas y, sobretodo obviando cualquier conducta, palabra u obra que en otro contexto sería más que suficiente para defenestrarte públicamente… y es que, por encima de todo, prolifera el gusto, la inteligencia, la ironía y las tablas para convertir el arte macabro, macarra y malsonante en un arte entendible y gozado por todos.
Suso con su Circo de los horrores juega con nuestras emociones negativas en un contexto seguro, igual que de pequeños todos hemos experimentado con dosis tolerables de ansiedad, suspense y miedo jugando al escondite sabiendo que el riesgo no es real. Consiguiendo que el miedo siga mucho después de dar por terminado tu participación en su mundo… y es que aún hoy seguimos pensando con ese miedo interno oculto… “menos mal que no se fijo en mi”.
RECOMENDABLE Al 100%.
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